viernes, 3 de junio de 2011

Benvinguts al blog


Cuentos inventados por la abuela
 
 
 
Abuela,  cuéntame un cuento -pidió la pequeña Dudu acurrucada dulcemente en mi regazo de tal manera que escuchaba los latidos de su corazón.
 
Ambas nos sentamos sobre la  arena, dispuestas a ver  cómo el sol se dormía en el mar.
 
- Cuéntamelo abuela -pidió Dudu llena de ilusión-,  cuéntame un cuento nuevo, uno inventado por ti.
Y así fue como nació este cuento y, por ello, quiero dedicarlo con mucho amor a todas las abuelas y a todas las nietas capaces de disfrutar mirando una hermosa puesta de sol.
 
 
Margarita Carré Marti
 
 
 
 
 
 
 

 

 
 
Primer cuento
 
 
 
 
LA BRUJA MADUIXA
 
Tal vez fue porque cuando Mariona estaba embarazada comió muchas fresas o quizás sólo porque estaba escrito que sería así, lo cierto es que la niña nació con una pequeña fresa en su mejilla derecha; seguramente por esto a la pequeña le dieron el nombre de Maduixa.
 
Desde muy pequeña  Maduixa destacó por su forma especial de reír y de vestir,  podríamos decir,  un poco extravagante. Maduixa se consideraba especial, le gustaban los vestidos únicos, como su fresa.
 
De niña a Maduixa le gustaba mucho soñar con los ojos abiertos visitando muchas veces el país de  las musarañas, y la pequeña creció  hasta convertirse en una linda mujercita  con una particularidad especial: una pequeña fresa en su mejilla derecha que la diferenciaba de las demás muchachas.
 
Maduixa iba a la escuela como todas las jóvenes de su edad, era una buena estudiante,  un poco distraída… pero apreciada por sus compañeras de clase por su gran corazón.
 
Llegó el día en que su profesor les dijo antes de empezar las clases en el instituto, el último día de escuela:
- Realizaremos una fiesta para celebrar todo lo que habéis aprendido, todos podéis participar en su organización.
 
Enseguida Maduixa empezó a pensar en el vestido que se pondría, tenia que ser el más bonito de todos. Lo buscó por todas las tiendas del pueblo y también visitó las de la ciudad,  pero no encontró ningún vestido que le gustara. Por esto, decidió hacerse uno ella misma.
 
- Ya sé,  me lo haré cosiendo flores del bosque con pétalos de rosas, será muy bonito y perfumado,  será genial, seguro que todos se fijan en mi,  no habrá nadie mas guapa.
 
Mientras todas sus compañeras colaboraban preparando la fiesta, Maduixa recogió flores, trabajando tarde y noche  para coserlas una a una. - Por fin, listo  -dijo, al coser la última flor-.  El vestido quedó precioso, Maduixa lo miró pensando que seguro nadie tendría uno igual.
 
Maduixa llegó a la fiesta con  su original y fragante vestido. Todo el pueblo  la miraba, realmente estaba guapa. - Lo conseguí –pensó-,  y aunque  pronto comprendió  que su vestido no se podía tocar, no importaba; el vestido era como ella, único.
 
La fiesta se celebró en el jardín de la escuela. Todos los chicos y chicas  se divirtieron jugando, disfrutando de un precioso día de verano donde un Sol intenso parecía sonreír; además  se  obsequió a todos los alumnos con un delicioso pastel de chocolate.
 
Dicen que, seguramente,  fue en estos momentos cuando las flores del vestido se empezaron a marchitar. Con tanto calor y sin agua se secaron, quedando  tan frágiles como el papel  más fino; esto provocó que comenzaran a romperse justo por donde Maduixa las había cosido primorosamente flor con flor. Por todo ello dicen que, en algún lugar del vestido, entre flor y flor, se empezaron a ver huecos parecidos a pequeños agujeros.
 
Las amigas de Maduixa la invitaron a comer un helado, lo tomaron sentadas junto a su árbol favorito, después pasearon. Mientras caminaban,  Maduixa vio a un grupo de niñas que la miraban riendo. - De que se ríen -pensó, y siguió andando-. Caramba todos se ríen y me miran,  qué debe estar pasando. 
Fue entonces cuando Maduixa se paró, tocó su vestido y todos escucharon:
 
- ¡Ahyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy.
Ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!
 
Y vieron cómo Maduixa corría deprisa al ver que se  había formado un agujero en su vestido por el cual todos podían ver sus braguitas.
 
Por esto se reían todos ya que, francamente, el incidente era  gracioso.
 
La Sra. Enriqueta  comentó:
- Esta Maduixa es muy estrafalaria, ¡mira que ponerse braguitas azules con rayas amarillas!
 
Maduixa corrió hasta su casa, sintiendo mucha vergüenza, sin ver que sus compañeras corrían detrás de ella para taparla con una falda azul.
 
Maduixa se encerró sola en su habitación donde lloró, lamentándose,- no me comprenden,  no entienden todo lo que me he esforzado.
Dicen que durante muchos días  Maduixa continuó encerrada en su casa, no le apetecía salir  ni encontrarse con sus amigas pues se sentía incómoda y avergonzada.
 
Seguramente por esto, Maduixa se confeccionó un sombrero puntiagudo que le cubría media cara; con él salía a pasear todas las tardes cuando se ponía el sol, caminando hasta el  bosque  donde se sentaba para hablar con las estrellas.
 
Fue en estos días cuando Maduixa empezó a soñar que volaba y acariciaba a las  estrellas, sus amigas del alma, a las que hablaba y  escuchaba en su corazón. Y tanto y tanto soñó que volaba que, después de un tiempo, algunas personas en el pueblo comentaban que la habían visto volar.
 
Pasados  unos meses, sus amigas decidieron que esto no podía seguir así, debían hacer alguna cosa para sacar a Maduixa de su aislamiento y contar de nuevo con su amistad. Se presentaron en su casa y le dijeron:
- Maduixa, pronto será el cumpleaños de Carlota, todos estaremos muy contentos si aceptas  venir a la fiesta que organizamos en su casa. ¡Por favor, ven! Todos te extrañamos y te queremos.
 
Maduixa perdió inmediatamente la vergüenza, aceptó la invitación y enseguida empezó a pensar en cómo se vestiría. Esta vez –se dijo-, les demostraré todo mi ingenio, mi vestido será maravillosamente dulce. Y empezó a confeccionarse un vestido de color rosa fucsia con papel couché, lo adornó con  caramelos de menta y con caramelos decoró sus zapatos y su sombrero.
 
Maduixa trabajó toda la mañana en su vestido; cuando lo terminó se lo probó, una y otra vez, estaba bien pero… le faltaba alguna cosa que lo decorara mejor. De pronto recordó las deliciosas  nubes de leche que cocinaba su abuela. Esto es lo que le falta -pensó Maduixa empezando a cocinar  nubes  con leche, clara de huevo y miel-. Una vez frías las prendió en su vestido,  que por fin quedó listo y a su gusto. Ahora sí -se dijo-, es un hermoso vestido, muy indicado para una fiesta de cumpleaños, huele a golosinas, todo perfecto.
 
Maduixa se dirigió a  casa de Carlota con su vestido dulce. Todas sus compañeras estaban muy contentas de tenerla a su lado. la abrazaron y le comentaron lo bonita que estaba; la fiesta era muy divertida, chicos y chicas bailaban y cantaban  en  el jardín, muy cerca de la casita en donde Carlota tenia a su gata Milu, con sus pequeños gatitos. 
 
Maduixa se acercó a los gatitos para acariciarlos. Carlota le dijo:
- Si te gustan puedes escoger uno, te lo regalo.
- Son preciosos -dijo Maduixa, cogiendo al mas chiquitín.
- Miau -dijo el gatito.
Maduixa lo abrazó, el gatito le lamió una nube de su vestido, maullando contento, miau miau, maramiau, miau, que en lenguaje de gatos significa comida buena.
 
Al escuchar a su hermano, los demás gatitos salieron de su casa y saltaron sobre  Maduixa para comer tan buen manjar.
 
Miau, Maramiau, miau maullaban lamiendo las nubes del vestido, mientras hacían monerías jugando encima de su regazo. Maduixa reía divertida, mas ocurrió que, con tanto movimiento, los gatitos rompieron el papel con sus uñas  y de pronto todos escucharon otra vez:
 
 - ¡Ahyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy
 Ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!
 
Vieron sorprendidos que de nuevo a Maduixa se le veían  las braguitas y salía corriendo  deprisa hacia su casa, gritando a los gatitos ¡fuera, fuera de aquí!
 
Contemplaron también  muy divertidos a un gatito comiendo un trozo de su vestido, a  dos gatitos corriendo detrás de ella maullando, Maramiau, miahu, mahu, miau, mau  meu, que significa: está muy rico, dame un trozo de tu vestido también a mi. Y a sus amigas corriendo detrás de ella con una falda blanca para taparla.
 
Mientras, escuchaban a una anciana que decía:
- Maduixa siempre tan presumida, ¡mira que llevar braguitas  rojas con topos verdes!
 
Maduixa se encerró de nuevo en su casa, lo cual entristeció  a sus amigas que ya no sabían lo que hacer para que comprendiera que la apreciaban tal como era, y se pasaron muchas horas pensando lo que podían hacer para que Maduixa confiara en su amistad.
 
Mientras tanto, Maduixa se puso su sombrero negro y continuó hablando todas las noches con  las estrellas, a las que decía:
- Ya  no sé que hacer para que mis amigas me aprecien tal como soy.
 
Maduixa  encontró en el  desván  una vieja escoba de roble, enseguida se puso a  investigar la forma de hacerla volar; lo consiguió colocando sobre su palo tres molinos de viento que  giraban con la ayuda del motor de un antiguo molinillo de café.
 
La escoba se elevaba unos metros flotando unos minutos en el aire…
 
Después de varios experimentos Maduixa encontró la manera de hacerla volar más alto,  agrandando las hélices de los molinillos y accionándolos con el mecanismo de una bicicleta.
 
Un día sus vecinos y amigos la llamaron diciendo:
- Maduixa,  ya has pasado muchos días en casa, mañana es la fiesta Mayor del pueblo,  no puedes faltar. Estamos preparando una merienda sorpresa,  nos lo pasaremos muy bien.
Maduixa  contestó:
- De acuerdo, allí estaré.
 
Enseguida Maduixa empezó a pensar en como se vestiría pues, a pesar de  que todavía sentía un poco de vergüenza y se encontraba a gusto sola, imaginarse un vestido nuevo hacia que se olvidara de todo.
 
Maduixa se confeccionó un vestido con papel verde,  grueso  a prueba de gatitos,  lo adornó con manzanas rojas que sujetó con grapas, después sujetó con clavos manzanas  en su sombrero y en sus zapatos. El vestido era muy original, todos lo alabaron  cuando apareció en la fiesta.
Maduixa se divirtió bailando toda la tarde con sus amigas, hasta que las manzanas empezaron a pasarse, y  justo por donde estaban sujetas con clavos o grapa empezó a gotear un zumo dulzón que llamó la atención de un mosquito. Este mosquito atrajo a otros y el olor dulzón, unido a  los colores rojo y verde de su vestido, atrajo a una abeja que se posó en su sombrero.
- Zum zum zum -llamó la abeja, enseguida una nube de abejas apareció dando vueltas  alrededor de Maduixa-. Zummmmmm, zummmmmmm, zummmmmmm -decían las abejas, que en su lengua significa: aquí hay una buena merienda.
 
Maduixa empezó a gritar moviendo brazos y manos ¡fuera, fuera de aquí!, sin conseguir  que las abejas se marcharan. Corrió hacia el  río y sin dudarlo se tiró al agua; las abejas y los mosquitos se marcharon enseguida pero,  al mojarse,  el papel de su vestido se rompió  soltándose  de su cuerpo, quedando en ropa interior. Por ello todo el pueblo escuchó de nuevo.
 
- ¡Ahyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy
Ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!
 
Y vio otra vez a Maduixa huyendo hacia su casa, sin ver que sus amigas le  ofrecían un albornoz para taparla, mientras la anciana decía:
- Qué extravagante es Maduixa, ¡mira que llevar braguitas y sujetador lilas con corazones verdes!
 
Cuando  Maduixa llegó a su casa cerró la puerta y prometió que nunca más la abriría a nadie. Durante mucho tiempo nadie la vio, si bien, algunos aldeanos aseguraban que de noche la podían ver montada en una escoba hablando con pájaros y estrellas. Sus amigas estaban preocupadas, mas, por mucho que la llamaran, Maduixa no abría la puerta de su casa ni contestaba ninguna llamada de teléfono.
 
Dicen también que,  en aquellos días, Maduixa empezó a estudiar por correspondencia, que fue así como aprendió a hacer perfumes con flores, jabones que limpiaban y dejaban la piel fina, emulsiones, cremas, pomadas para embellecer y otros muchos productos relacionados con las hierbas, árboles y flores del bosque.
 
Maduixa se acostumbró a realizar todas sus compras por teléfono y únicamente salía de su casa cuando el sol se ocultaba, justo en el momento del atardecer; entonces  se dirigía al bosque,  recogía las plantas que necesitaba y regresaba volando con su escoba, deteniéndose para hablar con las brillantes estrellas y con algunos pajarillos que, curiosos, la saludaban y le pedían migas de pan.
 
Durante el día Maduixa confeccionaba sus cremas, pomadas y fragancias y las guardaba en botes de muchos colores, hasta que un atardecer, cuando tenia ya su  escoba en la mano para salir, escuchó unas voces que decían:
 
- Pobre Juanito, aún no ha llegado a su casa, todos estamos muy preocupados, es un niño y ya es de noche. No sabrá llegar a casa, nadie sabe dónde esta, ¿qué le habrá pasado? ¿Dónde podrá estar?
A Maduixa casi se le para el corazón, conocía a Juanito,  un niño de 7 años. Enseguida abrió la ventana para salir volando  y buscarlo pero el miedo la paró, de pronto recordó las risas de los habitantes del pueblo. 
- No saldré, no quiero que otra vez se burlen de mí,  de ninguna manera deben conocer que vuelo en una escoba.
Decidió  sentarse en el sofá y mirar la televisión comiendo un buen trozo de chocolate pero no se podía concentrar; Juanito estaba en su mente,  y su corazón le indicaba que debía y podía encontrarlo.
 
De pronto Maduixa se levantó llena de fuerza  y dijo:
- Basta, que se burlen  de mí si quieren, yo  no dejaré a  a Juanito. Ahora mismo  salgo y no pararé hasta encontrarlo.
Maduixa cogió su escoba y salió volando desde la ventana.
 
Maduixa fue con su escoba hasta el río,  allí  vio a Juanito. Estaba llorando, se había caído y  se había roto la pierna, por lo que no se podía mover. Maduixa lo abrazó diciéndole:
- No tengas miedo, estoy aquí, te llevaré con tu mamá.
 
Maduixa inmovilizó la pierna de Juanito con su cinturón, lo montó en su escoba  y lo llevó a  casa.
- Juanito -dijo Maduixa-, te ruego que me guardes el secreto de la escoba, no quiero que se burlen otra vez de mí.
Juanito asintió, Maduixa dejó a Juanito en la puerta de su casa, llamó al timbre y se fue volando.
 
La mamá de Juanito abrió la puerta y ¡Oh, cuánta alegría! Allí estaba Juanito recostado  junto  a la puerta. Lo abrazó, lo cubrió de besos y lo metió en casa. Llamó  al médico que enyesó su pierna rota y entregó el cinturón a su mamá diciendo:
- Lo ha hecho muy bien, señora, gracias a cómo le ha puesto el cinturón el hueso no se ha movido y se curará muy bien.
 
La Mamá analizó el cinturón y vio que en el había escrito un nombre: Maduixa.
- Juanito –dijo-, este cinturón es de Maduixa, ¿verdad? Explícame todo lo que ha sucedido.
Juanito le contó que era un secreto, que no se lo podía contar porque Maduixa le había pedido que no se lo dijera a nadie pues tenia miedo de que se burlaran de ella otra vez.
 
Únicamente cuando su mamá le dijo que nunca se reiría de Maduixa Juanito le contó toda la historia, incluyendo una amplia descripción de la escoba voladora.
 
La mamá de Juanito se emocionó muchísimo y, tomando la mano de su hijo, dijo:
- Basta, esto no puede seguir así. Maduixa es una buena chica y tiene un buen corazón; creo que ha llegado el momento de solucionar todos estos malentendidos.
 
Inmediatamente se puso manos a la obra, pensando en la manera de dar las gracias a Maduixa  y de que esta comprendiera que todos la querían.
 
Llamó a las tías y a los abuelos de Juanito que llamaron a las amigas de Maduixa, a sus vecinos y vecinas, explicándoles  su plan.
 
A primera hora de la mañana se fue a comprar un precioso vestido  de seda para Maduixa. La tía de Juanito le compró un sombrero a juego, su abuela un elegante bolso y su hermana unos zapatos rojos. Mientras tanto, todas las amigas preparaban una suculenta merienda  con pasteles, chocolates y limonada, y  sus vecinos preparaban felicitaciones, globos y música.
 
Con todo ello se  reunieron ante la puerta de Maduixa, llamaron al timbre pero nadie contestó. Maduixa estaba detrás de la puerta temblando de miedo. ¡Ay ay! -se lamentaba-, aquí esta todo el pueblo. Seguro que quieren romperme mi preciosa escoba, seguro que se burlan y se ríen de mí otra vez.
Como no abría la puerta Juanito se puso delante de todos diciendo:
- Maduixa, abre por favor, no estamos enfadados. Sólo queremos darte las gracias y entregarte los regalos que hemos comprado para ti, como éste que tengo en mis manos; confía en mí.
 
Maduixa abrió poco a poco la puerta, Juanito la abrazó y entró con su mamá que, viendo cómo Maduixa temblaba, la abrazo diciendo:
- Quiero agradecerte todo lo que has hecho por mi hijo y entregarte este regalo.
Después entraron las tías y los abuelos de Juanito que también la abrazaron y le dieron sus regalos.
 
- Maduixa  -dijeron todos-, eres un ser Maravilloso. Por esto, junto a todas tus amigas y vecinos, hemos organizado una fiesta para ti. Por favor, ponte este vestido mientras nosotros arreglamos las cosas para celebrar la fiesta.
 
Emocionada, Maduixa se fue a su habitación, abrió las cajas y se vistió con el vestido de seda, los zapatos y el sombrero que acababan de regalarle. Se miró en el espejo y no pudo evitar exclamar:
- ¡Caramba, pero sí que estoy guapa hoy! El vestido es precioso y su tacto tan suave… es encantador.
 
Cuando salió de su habitación todos la aplaudieron dándole las gracias por su acción,  juntos  comieron pasteles y contaron chistes, hasta que Maduixa preguntó:
- ¿Por qué hoy no os reís de mi? ¿Por qué no me decís nada de mi escoba?
- ¿Qué escoba? -comentaron sus amigas.
Maduixa les explico cómo había construido su escoba y que todas las noches salía a volar con ella. Todos callaron admirados.
 
La mamá de Juanito  dijo:
- Maduixa, mi hijo ya me lo contó pero hasta que te he escuchado no sabía lo especial que era. Por favor, ¿podrías darme un paseo con tu escoba? Tengo ganas de probarla.
Maduixa se emocionó. Claro que sí –contestó-;  cogió su escoba  y las  dos juntas dieron una pequeña vuelta volando por el Jardín.
 
- Ha sido genial -comentó la mamá-. Maduixa, eres una mujer muy inteligente, te admiramos y queremos de corazón.
Todas sus amigas le pidieron que les dejara subir en su escoba; Maduixa las montó una a una y a todas les gustó.
 
- Maduixa, te echamos de menos -le dijeron todas-, nos gustaría que salieras más, que pudiéramos disfrutar de tu compañía.
- Eso, eso -dijo la mamá de Juanito-, mañana te invito a tomar café en mi casa.
Y Claudia dijo:
- Yo pasaré a recogerte, tengo muchas cosas que contarte y así podremos hablar.
 
Cuando Maduixa se quedó sola en casa pensó: qué extrañas que son las personas, ahora resulta que todos me aprecian; esta fiesta ha sido super divertida y me ha gustado mucho hablar con alguien que se comunica como yo.
 
Ya de noche, mientras daba migas de pan a sus amigos los pájaros, le pareció oír una voz que salía de su propia consciencia que le decía: por el acto de haber ayudado a Juanito, venciendo tu miedo  y realizando lo que dictaba tu corazón, has conseguido  que todos te miren de otra manera.
Y fue entonces cuando un pajarito le comentó:
- Comprende, por fin has hecho algo más que pensar en ti misma.
 
Y dicen muchos aldeanos que al escuchar al pajarito Maduixa lloró y que su llanto era de dicha.
 
Maduixa tomo café en casa de la mamá de Juanito y se encontró con sus compañeras de la escuela. Salió a pasear con ellas compartiendo inquietudes, proyectos y hermosas puestas de sol.
 
Maduixa siempre estaba dispuesta a escuchar y a tender su mano a quien le pedía ayuda y dicen que a partir de aquel día sus vestidos fueron de tela.
 
Un día Claudia le comentó que su abuelo estaba triste porque tenía un eritema en la piel y esto hacía que no pudiera tomar el sol. Maduixa se levantó y dijo:
- Esto lo puedo solucionar, tengo una pomada en casa que le irá muy bien, la hago yo misma con flores de caléndula.
 
Las chicas fueron inmediatamente a  casa de Maduixa, recogieron la pomada y la aplicaron en la mano del abuelo de Claudia, y en un par de días el eritema desapareció.
 
El abuelo  de Claudia salió de nuevo a tomar el sol, estaba tan contento que se lo contó a todos sus amigos, y así fue como otros abuelos se dirigieron a  Maduixa para pedirle pomadas y cremas.
 
Las pomadas y cremas de Maduixa se hicieron pronto famosas,  sus colonias de flores silvestres  gustaban a jóvenes y mayores por lo que, según cuentan,  Maduixa decidió abrir una tienda en donde todos pudieran comprarlas.
 
Maduixa preparaba sus productos con mucho esmero y cuidado en la misma tienda  y, según me contaron,  fue así como Maduixa empezó a sentirse útil,  se valoró y un gran gozo le inundó al sentirse satisfecha.
 
Maduixa trabajaba en su tienda toda las mañanas, por las tardes compartía momentos con sus amigas, y siempre tenía tiempo para aprender y para divertirse.
 
Siempre estaba dispuesta a ayudar a las mamás de los niños que estaban enfermos o que tenían ganas de jugar, a quienes les  contaba cuentos con un teatro  de marionetas. Antes de regresar a su casa le gustaba pasar a visitar a los abuelos  que vivían solos, y dicen que las abuelitas la esperaban y le ofrecían caramelos  ya que,  para ellas, era un estimable momento lleno de cariño.
 
Maduixa participaba siempre en todos los actos, reuniones y fiestas que se organizaban en su población, sus ideas eran geniales y tenían muy buena acogida. 
 
Quizás fue por esto  -yo no lo sé-, pero seguramente por esto fue que Maduixa se convirtió en alguien imprescindible para los habitantes del pueblo. Era amada y apreciada por todos y, lo que es más importante, así se sentía ella.
 
Hasta que un día, cuando Maduixa se vestía para ir a la fiesta de la Primavera con su amigo Miguel, al contemplarse en el espejo para poner carmín en sus labios se escuchó de nuevo:
 
- ¡Ahyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy 
Ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! 
¡Madre mía! Mi fresa ha desaparecido. ¡Ay, ay! ¿Cómo puede ser? ¿Qué hago ahora? Se burlarán otra vez de mí diciendo que he perdido mi fresa. 
 
Maduixa se miró otra vez  y temblorosa vio que donde antes había una fresa, ahora había  una estrella que destellaba luz dorada y plateada.
 
- He perdido lo más bonito de mi misma -dijo Maduixa, sin comprender que la estrella indicaba que se había convertido en una resplandeciente Hada. 
 
Maduixa volvió a mirarse y se dijo:
- Ya sé lo que haré: me pondré una tirita, así nadie lo verá.
 
Mientras buscaba la tirita Miguel llamó a su puerta. Maduixa salió a recibirle tapándose la mejilla con su mano derecha.
- Espérame en el Jardín, voy de inmediato -le comentó.
 
Miguel la miró extrañado y le preguntó:
- ¿Qué te pasa, Maduixa?
- Nada, no me pasa nada -le contestó.
- Pues, entonces… ¿Por qué tienes tu mano pegada a la mejilla? ¿Te duelen las muelas?
Maduixa suspiró diciendo:
- Es que… es que…
- ¿Qué? –preguntó Miguel- Explícamelo, por favor, estoy preocupado.
Maduixa contestó:
- Mi fresa ha desaparecido y ahora me ha salido una estrella en la mejilla, no quiero que nadie la vea.
 
Miguel, muy tierno y atento, puso su mano sobre la mano de Maduixa diciéndole:
- Maduixa, yo no he visto nunca una fresa en tu mejilla. Eres  preciosa, la mujer más bonita que he conocido. Y diciendo esto Miguel cogió la mano que Maduixa tenía en su mejilla y la separó de ella.
- ¿Una estrella, dices? Serás tú, mujer, que resplandeces como si fueses un hada, o como una brillante estrella de luz.
 
Y aseguran que fue en este preciso momento cuando Miguel, lleno de ternura, cogió las dos manos de Maduixa.
 
Miguel y Maduixa se miraron tiernamente a los ojos y  en este instante  el amor ardió en ambos corazones, un amor lleno de luz que los llenó y envolvió totalmente, una luz que creció hasta llenar  todo el pueblo, una luz llena de amor que cubrió la tierra, sus flores y sus árboles.
 
Una luz llena de amor que, desde las ramas de los árboles,  se trasladó por el aire llegando a  las  nubes y regresó como lluvia resplandeciente a todos los ríos, a sus aguas y a las aguas de todos los mares, fertilizando todos los prados y montañas del  planeta.
 
Una luz llena de amor que contenía purpurina  de hada,  que hizo  cantar a todos los pajaritos del cielo, jugar a todos los peces del agua, saltar de alegría a los animales de la tierra y que los niños sonrieran contentos.
 
Maduixa y Miguel, que lo sintieron todo, suspiraron profundamente y, cogidos de la mano, comprendieron: todo es uno y uno está en todo.
- Qué hermoso -dijo Maduixa-, siempre es así.
- Sí, siempre es así -contestó Miguel.
 
Según me contaron, Miguel y Maduixa llegaron a la fiesta cogidos de la mano, llenos de luz y de amor, y dicen que en la fiesta todos se cogieron de la mano y cantaron una alegre canción.  También dicen que la merienda tenía un sabor especial y que la fiesta fue mucho más que divertida, fue genial.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Margarita Carré Martí 
 

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